¿No estás perdiendo peso? ¡Culpa a la contaminación!

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La contaminación es la causa de muchos males en el planeta Tierra, pero no mucha gente es consciente de que podría ser una de las principales causas de la pandemia de obesidad. Uno de los primeros artículos en establecer este vínculo especulativo, aunque fascinante, fue un informe de diciembre de 2007 en la aclamada revista de ecología The Ecologist.

Según ese informe, hay muchas sustancias nocivas en nuestro entorno de vida que podrían estar impidiéndonos perder peso y luego mantener nuestra masa corporal en los niveles deseados. Desde hace décadas, los biólogos evolutivos han estado explicando este efecto de rebote a través de causas adaptativas, que afirman que el cuerpo humano resistirá perder demasiado peso como una forma de protegerse contra la inanición y la hambruna. Los mismos científicos sostienen que esta capacidad del cuerpo humano es un rasgo remanente de la época prehistórica, cuando la comida era escasa y solo se podía conseguir con un cierto grado de incertidumbre: no se podían controlar los cultivos, la caza era siempre una cuestión de la vida y la muerte y la pesca solo estaban disponibles para las poblaciones que vivían en las proximidades de cuerpos de agua y también poseían la tecnología necesaria para pescar con éxito y eficiencia. La ciencia del medio ambiente, sin embargo, está pintando un cuadro ligeramente diferente en estos días.

Según los ambientalistas y ecologistas, vivimos rodeados de productos químicos en todas las formas y formas. Si bien algunos son completamente tóxicos y pueden controlarse por esta razón, la mayoría son tan útiles para la sociedad humana como potencialmente dañinos. Ejemplos notorios incluyen retardadores de fuego, pesticidas y ftalatos (que están presentes en la composición de materiales plásticos que ayudan en la fabricación de casi cualquier cosa, desde juguetes para bebés hasta cosméticos, calzado, etc.).

Es posible que estas sustancias no parezcan perjudiciales de forma inmediata. Sin embargo, a largo plazo, la ciencia afirma que es probable que emulen o interrumpan la actividad de ciertas hormonas en el cuerpo humano, cuyo objetivo es controlar la actividad endocrina e, implícitamente, regular la obesidad.

Si bien esta revisión confirma la creencia según la cual algunas dietas probadas y verdaderas pueden, eventualmente, producir los resultados deseados, los científicos han señalado que se están estableciendo conexiones preocupantes entre las sustancias tóxicas y la incapacidad crónica para perder peso. Según un informe de investigación, publicado a finales de los 90 por un equipo de científicos de la Universidad Laval de Quebec, las personas que hacen dieta están mucho más expuestas a las amenazas para la salud que representan las sustancias tóxicas de uso común, especialmente las personas que hacen dieta con éxito. Esto se debe a que el organismo trata sustancias químicas como las que contienen el PVC, el DDT y las redes de agua municipales como lo haría con cualquier otro macronutriente o mineral. Lo esconde con la esperanza de poder emplearlo más tarde, sublimando en energía.

Básicamente, esto significa que las sustancias químicas perjudiciales se almacenan en las células grasas. Según el informe de los investigadores canadienses citado anteriormente, a medida que el individuo pierde peso, el cuerpo comenzará a descomponer esas células grasas, liberando así esas sustancias nuevamente en el torrente sanguíneo.

The Ecologist regresó con otro artículo revelador sobre este tema, que abordó el tema mucho más delicado de la exposición prenatal a sustancias químicas como causa de la obesidad, en 2012. El artículo informó sobre los hallazgos seminales del Dr. Bruce Blumberg de la Universidad. de California, que estableció que ciertos sujetos, denominados ‘obesógenos’ por él, pueden determinar problemas de peso de por vida en los mamíferos si la exposición ocurre antes del nacimiento.

Esto, incluso si dicha exposición no se prolonga o no vuelve a ocurrir más adelante en la vida. Blumberg explica que esta podría ser una de las causas del hecho de que las estadísticas de obesidad no parecen estar disminuyendo, incluso si el gobierno ha implementado varias medidas en los últimos dos años, destinadas a reducir la cantidad de grasas en las dietas estadounidenses.

Hoy en día, el gobierno de los Estados Unidos parece estar tomando nota del tema de los ‘obesógenos’. Recientemente patrocinó un taller de ciencia en febrero de 2012, que reunió a 135 científicos que analizaron la conexión entre la obesidad de por vida y la exposición a seis sustancias químicas. Entre esas sustancias, analizaron bisfenol A, organoestaños, ftalatos, nicotina, arsénico y varios tipos de pesticidas.

Sus resultados preliminares indican que las madres que fuman durante su embarazo corren el riesgo de causar problemas de exceso de peso en sus hijos, o incluso obesidad. La diabetes también se incluyó en la lista de riesgos potenciales. Y si hay una conclusión que se puede extraer de todo esto, es que la pérdida de peso implica mucho más que contar las calorías y tratar de mantener hábitos alimenticios saludables.

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