Las actividades antropogénicas, es decir, humanas, son las principales causas de la degradación y contaminación del suelo. La agricultura y la industria liberan continuamente en el suelo sustancias tóxicas para el medio ambiente, pero las operaciones militares, el turismo masivo y el tratamiento de jardines también son fuentes de contaminación. La contaminación del suelo es la acumulación de varios elementos (orgánicos o patógenos) que presentan un peligro para los propios suelos o para los organismos vivos más allá de un cierto umbral.
Los contaminantes presentes en los suelos son muy diversos. Ya encontramos metales pesados, o ETM (oligoelementos metálicos), que se vuelven tóxicos o incluso radiactivos después de cierto umbral: este es el caso del mercurio, el plomo o el arsénico. También encontramos en los suelos franceses trazas de alquitranes, hidrocarburos y aceites minerales (de combustibles fósiles), principalmente de la industria. Los pesticidas pueden provenir de la agricultura; infiltrados en el suelo, llegan a toda la cadena alimentaria de muchos animales y plantas y pueden ser difundidos por el agua o el aire.
Los fosfatos también son una fuente de contaminación. Generalmente contienen cadmio, considerado uno de los metales pesados, y provienen de tratamientos destinados a fertilizar el suelo, de las minas de carbón, de las depuradoras o de la combustión del petróleo. Los fosfatos son muy tóxicos, tanto para los microorganismos y el humus del suelo, como para los humanos, en quienes pueden provocar insuficiencia renal. Otros elementos, como el cobre y el zinc, se encuentran en grandes cantidades en los suelos y provienen de granjas, especialmente porcinas.
La contaminación del suelo también puede provenir del aire. Con el desarrollo de la industria, hay un aumento de las emisiones atmosféricas, especialmente de las fábricas y los automóviles; algunos metales pesados se liberan al aire y vuelven al suelo. Las concentraciones son más altas alrededor de fábricas y carreteras: encontramos rastros de zinc, cobre, plomo o arsénico, elementos que perturban el ecosistema natural. Una concentración excesiva de nitratos se debe a un exceso de fertilizantes en la agricultura y repercute en las capas freáticas.
¿Cómo proteger suelos ya contaminados?
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Para proteger el suelo, se han establecido indicadores de toxicidad. El metox, por ejemplo, es un índice que proporciona información sobre el nivel de contaminación del agua, ya sea dulce, salada, salobre o enterrada. Este índice solo cubre ocho metales pesados (cromo, cobre, mercurio, entre otros), pero brinda una primera visión general de la situación de contaminación en una masa de agua. También existen bioindicadores: estos indicadores toman la forma de especies o grupos de especies animales, vegetales o fúngicas, cuya presencia (o no) y el grado de presencia brindan información sobre el estado del ecosistema. Los investigadores los utilizan en particular para medir la sostenibilidad de un ecosistema. Se utilizan principalmente dos medidas: la tasa de crecimiento de una especie y su capacidad reproductiva.
Por tanto, los suelos franceses, europeos y mundiales se degradan progresivamente, tanto física como químicamente. Las actividades humanas de todas sus formas (agricultura extensiva, sobrepastoreo, uso de productos químicos) provocan cambios significativos y alteran ecosistemas enteros: erosión, salinización, compactación del suelo, disminución de materia orgánica, etc. Estos cambios impactan en la fauna y flora, bacterias y microorganismos que dependen sobre el suelo y sus beneficios. La contaminación del suelo también se extiende, indirectamente, al agua y al aire: de hecho, los contaminantes se difunden de uno a otro. Cada año, millones de hectáreas, demasiado empobrecidas o contaminadas, se vuelven inservibles para el cultivo; ya no pueden cumplir algunas de las funciones principales del suelo, que son la regulación del agua y el carbono. Este empobrecimiento generalizado, y la muy lenta regeneración del suelo, plantea un grave problema en términos de estabilidad agrícola y alimentaria.