Caza furtiva de elefantes

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Los elefantes son una de las especies más cazadas del mundo. Estos animales son cazados y sacrificados por su carne, su piel, pero sobre todo por su marfil (cada año pasan ilegalmente unas 20 toneladas).

Un elefante sacrificado puede tener múltiples usos para un cazador furtivo: el marfil se usa en joyería y decoración, la carne se vende para el consumo mientras que la piel se usa para brujería o para supuestas virtudes medicinales.

Cada año, se estima que se cazan furtivamente entre 20.000 y 30.000 elefantes. Esto evita que la especie se renueve normalmente y las poblaciones disminuyan drásticamente. En África, la mitad de las muertes de elefantes se deben a la caza furtiva: estas prácticas han provocado una disminución de más del 60% de la población del continente en diez años.

En Asia, la búsqueda de pieles de elefante es una práctica en auge. Si hasta ahora los cazadores furtivos atacaban a los machos adultos, los únicos con colmillos de marfil, la demanda exponencial de pieles ha provocado la matanza de hembras y bebés también. La búsqueda de marfil podría conducir a un aumento en la proporción de elefantes indefensos en la renovación de la población.

La demanda de marfil, el principal impulsor de la caza furtiva de elefantes, no parece estar desacelerándose a nivel mundial. Se estima que la gran mayoría del marfil que sale de África tiene como destino Asia. La ciudad de Hong Kong, en particular, ha sido durante mucho tiempo un importante centro de tráfico de marfil, a pesar de su prohibición oficial en 2018. De hecho, el marfil tiene una gran demanda en el mercado asiático, cuyo poder adquisitivo está aumentando.

Varias consecuencias

Las consecuencias de la caza furtiva en altas dosis son directas e inmediatas para los elefantes. La caza furtiva conduce a tasas de mortalidad muy altas, que la tasa de natalidad no puede compensar: las poblaciones de elefantes ya no pueden renovarse. Recientemente, se implementó un nuevo método de monitoreo para evaluar la proporción de elefantes cazados furtivamente del total de elefantes muertos registrados por guardias y patrullas. Si esta proporción es superior a 0,5, significa que más de la mitad de las muertes se deben a la caza furtiva y que las tasas de natalidad pueden no ser suficientes para reemplazar a los individuos sacrificados. Esta proporción se encuentra actualmente ligeramente por encima de 0,5: estas cifras son de especial preocupación entre los elefantes africanos, cuyos grupos suelen ser pequeños y fragmentados y pueden no sobrevivir a la desaparición de varios de sus miembros. En África, se estima que solo quedaron 400.000 elefantes en 2016, en comparación con los 12 millones de hace cien años.

La caza furtiva también es dañina en términos de biodiversidad: también es una de las principales causas de destrucción de los ecosistemas. En cada ecosistema equilibrado, las especies se prestan mutuamente servicios que contribuyen al buen equilibrio de todos. Por ejemplo, algunos animales se encargan de dispersar semillas o transportar alimentos. Si una especie se extingue, las consecuencias las siente todo el ecosistema al que pertenecía. Además, la fragmentación de los hábitats naturales de los elefantes, particularmente las áreas forestales, dificulta cada vez más la supervivencia de la especie: sus áreas de vida se transforman en áreas agrícolas o en infraestructura de transporte, incluso poniéndolos en competencia con las poblaciones locales en términos de espacio vital.

Una convivencia cada vez más difícil con los humanos

La caza furtiva no solo afecta a los elefantes. La convivencia con los humanos es cada vez más complicada, porque las poblaciones humanas aumentan constantemente: ya un habitante de cada cinco del planeta vive en un área de hábitat natural de un elefante. Por tanto, los hombres compiten con los elefantes por el espacio de la vida, pero también por la comida. En África, por ejemplo, la población se ha multiplicado por diez en un siglo, mientras que la de elefantes se ha reducido drásticamente.

Con el desarrollo de las carreteras y el transporte marítimo y aéreo, y el aumento de la fragmentación de los bosques, es decir, la fragmentación de las áreas forestales, las actividades de caza furtiva han seguido creciendo en los últimos años. Los métodos violentos utilizados por estas bandas criminales organizadas amenazan a las poblaciones que habitan las mismas áreas que los elefantes. La caza furtiva suele ir acompañada de otros tipos de trata y delitos: corrupción, blanqueo de capitales, extorsión… Las poblaciones locales pueden ver sus cultivos o su ganado atacados, cuando no son ellos mismos los que están amenazados. Como resultado, el desarrollo económico y social de las áreas de caza furtiva se ve afectado: los ingresos por turismo están cayendo y se pueden observar pérdidas financieras en plantaciones agrícolas como el aceite de palma. Entonces se establece un círculo vicioso: de hecho, se ha descubierto que la caza furtiva es mayor en las zonas pobres (donde la perspectiva de la venta de marfil atrae más) y las zonas corruptas.

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